Emociones.

Hola a todos.✨

En el blog de hoy, quiero hablar sobre un tema, que más que un concepto, es una realidad presente en todos nosotros: las emociones.

Para empezar a profundizar sobre el tema es fundamental que dejemos la vieja creencia que las emociones son enemigos que no podemos o sabemos controlar y las comencemos a considerar como lo que realmente son: una guía. Personalmente, a lo largo de mi vida me he encontrado en situaciones que me han hecho pensar: “quiero dejar de sentirme así” o “no sé porque he actuado de esta manera”. A pesar de que las emociones son la parte más natural de nosotros, en muchas ocasiones nos resultan confusas e incontrolables. Por esto, aprender a manejar las emociones no es tarea fácil, por el contrario, es un proceso cargado de retos y enseñanzas, en el que, al final del recorrido te encuentras contigo mismo.

Por muchos años no tuve dominio de mis emociones, de hecho, ellas las tenían sobre mi. Volviéndonos un poco más íntimos, he de confesar que soy muy una persona muy emocional y sensible. Todas mis emociones las vivo al 100%. Pasé muchos años resistiéndome a ser emocional, no me gustaba, me frustraba y como solución, las reprimía. Pero al empezar un trabajo interno, me di cuenta que realmente me disgustaba era el hecho de que no sabía manejarlas. Ahí estaba el problema. Con el paso de los años aprendí a conocerlas, comprenderlas y aceptarlas de forma tan profunda que, hoy en día, me siento orgullosa de ser una persona emocional. Hoy vivo mis emociones intensamente, pero las moldeo a consciencia, y ese es el camino más bello para saber que estoy viva.

Ahora te preguntarás, ¿cómo manejar las emociones de manera eficaz?

Por lo general, la mayoría de nosotros no tenemos una idea clara de cómo establecer una relación sana y respetuosa con nuestro sentir. Es común creer, que gran parte de nuestra vida hemos sido presas de su intensidad, sintiéndonos “víctimas” de algo que nos incomoda y desagrada, lo que nos impulsa a actuar de formas que, si pensásemos en frío, no escogeríamos.

En algunos momentos tratamos de obtener el control, pero lo hacemos siguiendo patrones inadecuados. Tendemos a reprimir el sentimiento, a ignorarlo o a negarlo, incluso a optar por vías que creemos lo harán desaparecer. Esto, es el primer error, y casualmente, el antídoto a su cura: cuando intentamos negar o huir de una emoción, ella encuentra el camino para manifestarse con mayor intensidad. Finalmente terminamos frustrados por nuestros intentos fallidos. Por esto, la clave para manejar una emoción no es ignorarla, es atravesarla. Para desprendernos de la tristeza interna, hemos de sentirla, darle espacio, escucharla, y sobre todo darle el tiempo que necesita. Para liberarnos del miedo hemos de hacerle frente. Si queremos terminar con la ira o cual sea la emoción que estemos experimentando, debemos hallar una manera de canalizarla.

¿Qué estoy sintiendo?

El primer paso esencial de este proceso consiste en saber definir claramente qué estamos sintiendo. Este paso, permite ponerle nombre a lo que sucede. Esto es un clave, porque muchas veces no somos capaces de expresar nuestro sentir más allá de un “estoy bien o “estoy mal”. Entonces, hemos de ampliar nuestros términos emocionales. Podemos comenzar por tratar de identificar las emociones básicas: alegría, sorpresa, miedo, tristeza, asco, ira. Aun así, existen otras sensaciones mucho más complejas, completas y elaboradas que también han de formar parte de nuestras herramientas emocionales, como la decepción, la frustración, la culpa o la vergüenza.

Este proceso de identificación emocional nos ayudará a descubrir la realidad de lo que sentimos y el por qué su origen. Además, nos servirá de guía hacia una actuación específica y adecuada. Esto, porque no todas las emociones se “atraviesan” de la misma manera. Es decir, los pasos a seguir cuando uno se siente decepcionado, son distintos que cuando experimentamos frustración. Si no sabemos diferenciarlas podemos caer en el error de tratar de solucionarlas de la manera equivocada, agravando la situación.

Una vez que identificamos la emoción, el siguiente paso es aceptar su presencia. Es necesario que demos tiempo y espacio a que nuestros sentimientos, simplemente, sean. Permitirnos sentir en plenitud ayuda a reducir la intensidad de la emoción: cuando llegue, siéntela, vívela, que ella sola se marchará. Incluso, internalizarla, brinda la maravillosa oportunidad de reflexionar sobre qué mensaje o lección nos trae esa emoción. Así, entender el mensaje es primordial para tomar acción en la dirección adecuada. A partir de aquí podremos modificar nuestra actitud, nuestros pensamientos o pedir asertivamente a otros que modifiquen su conducta.

Vivir y aceptar las emociones ayuda a entenderlas como lo que realmente son: una guía que nos indica que algo importante está ocurriendo adentro y que merece nuestra atención. Es importante saber que las respuestas a dichas sensaciones, han de venir siempre desde un estado de calma. Para eso, es necesario que se produzca ese espacio de reflexión que te expliqué en dos pasos simples. Esto es importantísimo puesto que, sin tal momento de introspección, estaremos reaccionando y no actuando. Al reaccionar abandonamos el poder sobre uno mismo y se lo cedemos a las circunstancias. En cambio, al actuar, decidimos el camino que vamos a seguir y también, hacia dónde queremos llegar.

Love,
Plenah.